La historia de Tolosa parece estar
signada por grandes pérdidas en materia de fuentes de trabajo. Conocido es el
tema de los talleres del ferrocarril, que en enero de 1905 fueron transferidos
a Liniers, lo que representó un golpe fuerte para la localidad, que había
crecido al amparo de la actividad ferroviaria.
Pero mucho más acá en el tiempo, y a
muy poca distancia de los abandonados galpones que por momentos tuvieron un
ritmo infernal de trabajo para la atención de locomotoras y vagones, se
levantaron otros talleres, los de Vialidad Provincial y que en su mejor momento
llegaron a albergar a más de 600 operarios, pero que de la noche a la mañana,
un gobierno militar, se encargó de desmantelar. Hoy allí funciona una
dependencia del Ministerio de Desarrollo Social.
Estos talleres existieron por más de
20 años en 3 entre 522 y 523 y sirvieron de apoyo para los talleres regionales
de las 12 zonas que poseía la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos
Aires.
El Ingeniero Ricardo Ortiz, a los 92
años, nos contó con añoranza y con orgullo, como fueron levantados estos
talleres que llegaron a ser catalogados como uno de los más importantes de
Sudamérica, en el mantenimiento y reparación de máquinas viales.
Los comienzos de la historia
Ricardo Ortiz nació en Villa Iris, un
pueblito cercano al límite con La Pampa, el 23 de julio de 1919. Allí se habían
radicado sus padres dos años antes, para luego mudarse a Hucal, un centro
ferroviario en donde empezó a escuchar los primeros relatos sobre Tolosa de
jóvenes aspirantes a maquinistas que eran enviados allí para hacer las primeras
prácticas en el ferrocarril Bahía Blanca Noroeste, que llegaba hasta Santa
Rosa.
Ingresó a la Facultad de Ciencias
Físico Matemáticas de la UNLP (hoy Ingeniería) como becado por ser el mejor
promedio de la Escuela Industrial Superior de la Nación. Sus estudios se
orientaron a la mecánica, pero cuando se creó la Ingeniería Aeronáutica, se
inclinó hacia ella, no sin antes meditarlo mucho.
“La carrera me atraía porque siempre
me gustaron los aviones. Mi casa estaba frente al Aeroclub de El Dique y
permanentemente veía despegar y aterrizar los aviones”, nos dijo sobre su
primera vivienda en La Plata. Paralelamente ingresó a trabajar como ayudante
inspector en la Dirección de Aeronáutica Civil de la Nación, lo que le permitió
interiorizarse de todas las novedades de la aeronáutica. Pero cuando esta
dependencia pasó a la órbita militar, decidió renunciar. Luego pasó por la
compañía Alfa, una de las tantas que empresas que por decisión del gobierno de
Juan Domingo Perón pasaron a integrar Aerolíneas Argentinas el 7 de diciembre
de 1950. El ingeniero Ricardo Ortiz fue jefe de motores, hasta que decidió
alejarse de la empresa.
Volvió a la tierra
Después de un par de experiencias
dentro del mundo de los aviones, en donde los militares metieron la “cola” y
cambiaron las condiciones de trabajo.
“En el año 1957, la Dirección de
Vialidad inicia un plan importante de construcción de caminos y mejoramiento de
la red vial existente. Esto necesitaba tener un apoyo importante en el
mantenimiento de los equipos, por lo que se ordena llevar los talleres de El
Dique a Tolosa. Fue así que me nombran gerente general y me rodeo de gente con
experiencia, porque mi idea era confeccionar un plan de reorganización, con una
estructura moderna de manejo industrial. Teníamos a cargo unas 3 mil máquinas
en toda la provincia”.
Era la época de Frondizi y la tarea
para el ingeniero Ortiz era de gran responsabilidad: Montar una estructura
nueva y darle vida, lo obligó a una larga permanencia en la planta, por lo que
decidió mudarse a Tolosa, en donde permanece hasta la actualidad.
“Se construyeron edificios adecuados,
se implementaron nuevas técnicas de mantenimiento basadas en la prevención y se
le dio una otra concepción a la actividad, creándose las líneas de montaje. Los
talleres supieron tener máquinas de gran valor y alta tecnología, por lo que
vinieron de distintos países a observar su funcionamiento. En la época de
máximo esplendor se reparaban 6 motores diesel por día”.
Cuenta Ortiz, que muchos operarios se
capacitaron en el exterior. “Uno de los inconvenientes que tropezamos fue la
falta de agua. La Provincia no tenía presupuesto para construir un tanque, así
que se me ocurrió pedir uno que estaba en el Bosque platense, que estaba en
desuso porque se había empezado a bombear agua desde la planta de Punta Lara.
El tanque tenía una capacidad de 200 mil litros y solo había que desmontarlo y
trasladarlo, luego de conseguida la autorización. Sin embargo el Dr. Nicodemo
Scena, un ecologista y defensor del bosque a ultranza se apuso. Fue necesario
negociar, por lo que Vialidad provincial se comprometió a construir la gruta,
reponer dos árboles por cada ejemplar dañado y además colocar algunos bustos de
personas prominentes de la ciudad. El traslado duró 5 días y el tanque llegó a
Tolosa el 5 de octubre, día de camino, y se festejó como correspondía”.
Luego de tanto esplendor, cuando el
país cayó en el oscuro proceso de “reorganización Nacional, los talleres fueron
desmantelados y volvieron a El Dique. Distintas dependencias oficiales
deambularon por los galpones, que hoy muestran las consecuencias del implacable
paso del tiempo y el abandono, de un emprendimiento que fue reconocido en
Sudamérica y casi nadie recuerda.
NdR El ing aeronáutico Ricardo Ortiz
Pedernera falleció el 21 de marzo de 2015.
En oportunidad de realizar esta nota,
el ingeniero nos prestó un libro y una foto de los talleres. Los mismos
quedaron sobre el escritorio, pero la mascota de la casa se encargó de desarmar
el ejemplar y hacer mil pedazos la foto. Apenas tenía 7 meses (hoy va camino a
los 10 años). Recurrimos a un encuadernador que dejó el ejemplar como nuevo ya
que no había hojas rotas y la foto la armamos pedazo por pedazo. La escaneamos
y después con el fotoshop eliminamos las líneas de las uniones. Fue un trabajo
titánico hasta que quedó más o menos bien. La hicimos copiar en una casa de
fotografía y con toda la vergüenza del mundo, fuimos a devolver lo prestado. Después
de dar las explicaciones del caso, el ingeniero nos dijo “No importa, era una
copia”.
genial, recordar la historia de nuestro barrio!!!
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