Que la cuarentena
no te quite el humor
Que la cuarentena
no te quite el humor
Se nos están acabando los desinfectantes y a la entrada del baño cuelga un paquete de servilletas de papel Sussex de 30 cm. x 30 cm. por 80 unidades.
No pienso poner en este relato horas ni días, porque ya no lo sé.
Me da lo mismo almorzar a las 09:00 am. que a las 04:00 pm.
Veo NETFLIX de madrugada, porque en los horarios pico no arranca, da
vueltas, vueltas y vueltas. Dejé de ver televisión porque me angustia, estoy
convencido que morirá más gente por infarto que por coronavirus.
El celular casi no lo veo, parece el vibrador de Karina Jelinek. Según
ella, no para nunca. Tengo 2500 mensajes que pueden dividirse así: 1000 chistes
sobre el coronavirus, 500 aplicaciones para saber si tengo coronavirus, 500
mensajes para que no salga de casa y 500 mensajes repartidos entre los que me
dicen que tome bebidas calientes, que me haga gárgaras de sal y limón, que haga
infusiones en una olla con eucalipto, que le lave las patas al perro con
lavandina, que el virus muere a los 56 grados, que…
¡La PMQLRP al Ucraniano Jan Koum! (si no lo conocen, hagan algo, busquen
quién mierda es el ucraniano pero no me manden más mensajes).
Abro la heladera de madrugada y puedo comer un pedazo de salame como una
cucharada de dulce de leche. Ya no queda ni una lata de cerveza, se me acabó el
Frescor Light y empecé con jugos en sobres.
¡Nunca pensé llegar a esta situación!
Corto el césped 3 veces por día aunque está cortito, limpio el baño cada
5 horas, arreglo cosas rotas y a veces, las vuelvo a romper.
Me bajé una aplicación para ver cuántos infectados hay en Argentina y
saber si logramos aplanar la curva. ¡Claro que me preocupa! No podemos arreglar
los baches de mi ciudad y encima no paramos de colocar “lomos de burro” y ahora
hay que aplanar la curva. ¡Tenemos que aplanar la cuuurrvaaaa!
Todo es peligroso. Mamá llamó para que vaya a sacarle la jubilación del
cajero. El riesgo es enorme, debo atravesar la ciudad en un ambiente parecido a
The Walking Dead, nadie sabe de dónde va a salir un pelotudo que te estornude
en la cara.
Pienso seriamente en la travesía, me puede detener la policía solo por
ir a lo de mi vieja. ¿Cómo les explico que vive en la otra punta de la ciudad,
que tiene 92 años y se empeña en llegar a los 93?
Aunque parezca sencillo, hay riesgo, me puede tocar tanto un Chocobar
como el Jefe Gorgory.
Busco desesperadamente en el garaje un mameluco impermeable blanco que
usaba para fumigar. ¡Qué suerte, está intacto! Me lo pongo, me calzo la máscara
que uso para cortar el pasto y dos bolsas de nylon en los zapatos. Entro a la
casa así y el perro me desconoce. Casi me come.
Todo se vuelve insoportablemente tragicómico.
Me pica la nariz pero no me rasco, el virus entra por las fosas
nasales.
¡No me toco, no me toco, no me toco! Me lavo desesperadamente las manos
con jabón de lavar la ropa y… ¡por fin me rasco la nariz!
Me rasco cuando ya no me pica.
Me dirijo al auto con mi mameluco blanco, soy una mezcla de Neil
Armstrong y caza fantasmas. Si no fuera por el nylon que le puse a los
mocasines diría que estoy bien. Le pongo alcohol al volante, diluido al 30%, a
la palanca de cambio, al freno de mano, a la radio y al filtro del aire
acondicionado.
Prendo la radio y escucho que el gobierno va a pagar $10.000 a todos los
pequeños monotributistas y trabajadores informales. ¡¡LPMQLP!! ¡¡LPMQLP!! ¡¡Yo
no entroooo! ¡Yo noooo entroooo!
Soy autónomo.
Hago tres cuadras hasta la avenida 7 y veo que sigue en la parada de
colectivo el gordo Ramírez. Nadie lo quiere levantar porque le dolía la
garganta. Me mira pero no me reconoce, claro, parezco un copo de nieve
con guantes de cocina naranja.
Llegando al Monumento a la Ingeniería hay un operativo. Pienso para mis
adentros… ¡cagamos! El cana se cuadra y me deja seguir. Debe ser mi traje,
pensará que soy rescatista o trabajo en salud.
Llego a lo de mamá y no me quiere abrir la puerta, no me reconoce.
Le grito… ¡soy yo mamá! ¡Mamá, abrime!
Me mira y me dice: “¿tenés coronavirus?”.
“¡No vieja!” “Me vestí así para no ponernos en riesgo”.
Me mira de arriba abajo y solo se le ocurre decir: “¡das
vergüenza!”, “parecés los de la comparsa Los Rebeldes de Tolosa”.
Me pasa la tarjeta por las rejas y cierra la puerta. Es raro despedirnos
así. Siempre nos abrazábamos.
Voy al cajero de 523, hay una cola más grande que la de Sol Pérez, la
gente me mira y todos se alejan, salvo un chico que me pregunta si vendo
helado.
¡La recontra PMQLP a los chinos que comen murciélagos!
Espero 45 minutos y el cajero me dice que no hay efectivo.
¡La recontra PMQLP a Guan Chan Kein!
Salgo desorientado, sin aire, el traje me está matando, adentro de él
hace 60 grados. Por un lado es bueno porque el virus no soporta el calor
intenso, pero por otro siento que estoy atendiendo un sábado a la tarde en la
Ferretería La Lucha
Pienso dónde está el cajero más próximo. Me espera un mundo de “mostros”
sobrevolándome, ¡no quiero estar más tiempo afuera!
Pero tengo que cobrarle la jubilación a mamá.
Me voy al cajero que está al lado de la Librería FyF, cerca de la YPF
que están remodelando. Entre la suciedad de la máscara y los accesos poco
convencionales, me reviento contra el piso por un desnivel ubicado justo antes
de entrar al cajero. Me sangra la rodilla y el mameluco está agujereado. ¡El
mameluco está agujereado!
Siento que suben los bichos por mi pierna, me pongo rápidamente alcohol
en gel y grito como Kill Bill cuando la enterraron viva.
Suena el teléfono, mi mujer me llama para que compre desinfectante en Limprof.
Le digo que hay mucha gente, que llame por teléfono, que pida que se lo lleven
a casa.
Le corto porque me sangra la rodilla.
Suena el celular nuevamente, atiendo y le grito: “¡¡hay lavandina debajo
de la mesada de la cocina!!”. “¡Nene, soy Yola, tu mamá!” me
contestan, “¿te volviste loco?”, “¿qué te pasa que demorás?”
Y la remata diciéndome: “tendrías que quedarte en tu casa ¡pelotudo!”.
NdR. En esta cuarentena, no perdamos el humor, porque es lo que nos va a
salvar.
jajajajajajajaja tragicómico y realista!!
ResponderBorrarjaja un stand up muy actual
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