sábado, 21 de marzo de 2020

Tiempo de cuarentena


Momentos difíciles nos tocan vivir. Mucha incertidumbre, por momentos temor y un continuo preguntarse, si lo que individualmente estamos haciendo está bien hecho. La sobrecarga de desinformación que nos llega y de la cual no podemos ser ajenos aunque lo deseamos, nos pone en un punto de intranquilidad, que a nada contribuye para la situación que estamos atravesando.
El coronavirus o el Covid-19 está instalado entre nosotros y la única manera de contrarrestar su efecto nocivo para los seres humanos es ser solidarios y acatar al pie de la letra los lineamientos que emanan de los entes oficiales, dejando de lado todo las informaciones que circulan por las redes sociales y siendo selectivos con los canales de televisión, que ni siquiera en esta situación tienen piedad de la audiencia y te saturan las 24 horas del día y por todas las emisoras con datos de aquí y de allá, matizados con una encendida polémica entre los panelistas que hablan todos juntos y disparan comentarios tan irresponsables como temerarios.
La cuarentena se ha transformado en una prisión domiciliaria, aun sin tener la tobillera electrónica, y solo de ser culpable de tener más de 60 años. Las ventanas son el contacto con el exterior y nos permiten saber si salió el sol, está nublado o llueve, como en los dos primeros días de este período de aislamiento. El teléfono, ese aparato al cual no le dimos de baja, porque nos acompaña desde que terminamos de pagar el eterno Plan Megatel, nos permite cambiar opiniones con amigos y conocidos y “hacer visitas” a los familiares más lejanos o los otros, que pese a estar a unas pocas cuadras, guardan las mismas restricciones.
Es como “estar de vacaciones” y no tener plata para ir a ningún lado, algo a lo que nos hemos venido acostumbrado últimamente, pero esta vez sin la posibilidad de ir ni siquiera a “tomar aire” a la plaza o compartir juegos con los nietos.
Netflix o Youtube te matizan la siesta con alguna película más o menos entretenida, porque aunque tengamos tiempo ocioso, no es cuestión de dormir a la tarde porque, después, a la noche, vamos a estar desvelados. También la computadora, los juegos, el ajedrez, son un pasatiempo y hasta ordenar en álbunes las fotos que hemos ido descargando del celular y que solo se agrupan cronológicamente.
Obviamente, en la casa hoy cosas para hacer, pero, mirándolas de reojo siempre gana la exclamación “Mañana, si tengo ganas” y así vamos tachando los días como los condenados, que van agrupando palotes, para tener un control del tiempo que llevan encerrados. Pero nosotros, a diferencia de la mayoría de ellos, no sabemos cuando nos llegará el “habeas corpus”.
Mientras tanto, seguimos aprendiendo palabras nuevas. Protocolo, home office ya forman parte de nuestro vocabulario cotidiano, mientras escuchamos quejan de quienes viven el día a día y tienen que salir a buscar el mango, porque en este bendito país no “llueve” maná para todos, porque para los otros, aún de licencia, reciben partidas especiales “por si las moscas”, y a pesar de sus suculentos ingresos.
Transitamos por las eternas desigualdades que seguramente algún día desaparecerán como parece que se va suturando la grieta ante esta situación angustiante. Por lo menos parece que el consenso está aflorando más allá de las banderías políticas, pese a que algunos imbéciles parecen no darse cuenta y en las redes sociales siguen bombardeando con chicanas de uno y de otro lado. Sería bueno que entendieran que necesitamos un punto final, porque para nuestra querida Argentina, estos son más peligrosos que el Covid-19.

Resultado de imagen de agujero de cerradura

2 comentarios:

  1. aprovechemos este tiempo para pensar de qué modo podemos contribuir a que este mundo sea un poco mejor...seguramente no podamos solucionar todo...pero al menos podemos hacer algún aporte en nuestro pequeño entorno...

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