Desde agosto a
noviembre de 1896, hace 124 años atrás, Tolosa estuvo en la mira nacional, al
desatarse en los talleres ferroviarios, la primera huelga que rápidamente
corrió como reguero de pólvora y se propagó en otros talleres del rubro y aun
más, también alcanzó a otras actividades industriales. El 8 de agosto fue el
recordado día del inicio del conflicto, que se materializó 48 horas después.
El foco desatado
en Tolosa, que luego sería conocido como “Huelga grande”, plantea distintas
reivindicaciones de los trabajadores, que si bien no estaban sindicalizados,
pugnaban por hacer valer sus derechos.
Los principales
reclamos de los obreros ferroviarios de Tolosa consistían en la reducción de la
jornada laboral a 8 horas de trabajo con el mismo salario que recibían al
trabajar 10 horas, la eliminación del trabajo por pieza, la suspensión del
trabajo los días domingos, y el pago doble por horas extraordinarias.
Esta huelga
general de los trabajadores del riel lleva a una fuerte pulseada con las
empresas de capitales extranjeros, que tenían al ferrocarril como uno de los
ejes claves de la maquinaria agroexportadora que reinaba en el país, y que
contaban con el respaldo del gobierno nacional.
A mediados de la
década de 1890, la inmigración había alcanzado en Argentina uno de los
puntos más altos de la historia, pero, privados del acceso a la tierra, la
mayoría de los recién llegados debía resignarse a un empleo en el abigarrado
conjunto de talleres y fábricas de distinta envergadura, dedicados
fundamentalmente a la producción y reparación de bienes de consumo o la
provisión de diversos servicios requeridos por la población, constantemente en
aumento.
Las experiencias
de los trabajadores fueron de lo más variadas; no obstante, existían fluidos
vínculos entre los distintos grupos, en general potenciados por la represión a
la que eran sometidos por los gobiernos oligárquicos, o por la inestabilidad
laboral de la época.
En el marco de
una industrialización elemental, sumada a esa expansión demográfica estimulada
por la inmigración; la situación de la explotación y marginación era un caldo
de cultivo para el desarrollo de una experiencia y una acción colectiva de los
trabajadores. Se sumaban a esto algunas de las ideas que muchos de ellos traían
consigo desde el Viejo Continente, (fundamentalmente anarquistas y
socialistas), que formaba un marco de pensamiento a través del cual canalizar
su descontento. Finalmente, la experiencia compartida se afianzaría en un
proceso de agitación huelguista que, desde 1878, no dejaría de crecer.
Alcanzaría un récord histórico en 1896, con esta primera huelga general.
El desencadenante
del conflicto tuvo lugar el día 8 de agosto, cuando una comisión obrera de los
talleres de Tolosa presentó ante la gerencia del Ferrocarril del Oeste sus
demandas. Los delegados que se presentaron a la patronal, Mansera, Herrero y
Echevarria, eran los principales dirigentes de la “Sociedad de Mejoramiento de
los Obreros de Tolosa”, donde se reunían los activistas de los talleres de esa
localidad, que contaba con su propio local ubicado en la calle 1 entre 35 y 36
y estaba muy relacionada con el Partido Socialista.
La patronal
rechazó las demandas realizadas por los trabajadores, y como consecuencia de
este rechazo, el día 9 los obreros se reunieron en asamblea en su local, y
decidieron declararse en huelga a partir del día siguiente.
El 10 de agosto,
740 obreros abandonaron sus lugares de trabajo y como un camino a obtener sus
reivindicaciones invitaron a unirse a la protesta a los trabajadores de los talleres
del Barrio Barracas, los talleres de Caballito y los existentes
en Rosario, Al poco tiempo, la medida se fortalece y se expande a los
talleres de los Ferrocarriles Sur, Oeste, Buenos
Aires, Ensenada, Rosario, Córdoba, etc.
El avance de la
huelga comenzó a fortalecer la unión entre los trabajadores, que formaron un
ComitéMixto. El 22 de agosto un importante despliegue policial no amedrenta a
los huelguistas, que se encuentran cada vez más fortalecidos por la extensión
de la protesta a lo ancho y largo del país.
Para el 5 de
septiembre, los huelguistas siguen firmes en sus demandas, más allá de que el
gremio de maquinistas y foguistas, que se había lanzado al paro, levantó la
medida por haber conseguido sus objetivos: reducción de la jornada, pago mayor
por horas extras y aumento de salarios.
Los patrones
apostaban con esta división a doblegar a los obreros de paro. Mientras tanto,
se producían sabotajes en distintos puntos de la red ferroviaria.
Ante la
intransigencia obrera, la gerencia comienza una campaña de contratación de
rompehuelgas. Forzosamente serán extranjeros, ya que es difícil conseguirlos en
el país por la adhesión que logra la medida y también por los disturbios que se
provocan en Junín y Campana.
Los ferroviarios
no eran los únicos trabajadores en conflicto en la región, ya que por distintas
reivindicaciones otros gremios efectuaban protestas aunque no de tanta
magnitud: telefónicos, barrenderos, dependientes de almacén y empleados del
correo. La represión estuvo presente en toda la huelga.
A principios de
octubre la policía irrumpe en una reunión de obreros del ferrocarril en Tolosa,
deteniendo a varios y buscando provocar, al parecer, respuestas violentas por
parte de los huelguistas. Recién el 19 de octubre se produce el primer hecho
violento registrado en la zona, cuando algunos obreros deciden volver a los
talleres:
Los huelguistas
tenían recursos para aguantar dos meses sin trabajar, y el tiempo fue minando
sus bases. Hacia mediados de setiembre, varios gremios se retiraron de la
huelga y además el gobierno reprimió a los huelguistas.
La huelga se
sostuvo en Tolosa hasta el 10 de noviembre, fecha en que es levantada, pese a
no conseguir ninguno de los reclamos planteados inicialmente. Cuatrocientos
cincuenta trabajadores volvieron a desarrollar sus tareas, pero quedaron
afuera, los que la empresa consideró como iniciadores del conflicto. Estos
quedaron marcados para cualquier actividad en relación de dependencia.
El cierre de los
talleres en el año 1905 y su traslado a Liniers pudo estar emparentado con este
hecho, pero quizás también deba sumarse el hecho del escaso desarrollo del
Puerto de La Plata frente al volumen de carga operado desde la terminal
bonaerense.
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